EVALUAR



Para dar respuesta a estos interrogantes se hace preciso plasmar los conceptos sobre evaluación de diferentes autores.
Según (Santos Guerra 43:1990) la evaluación pretende alcanzar la producción, la confirmación y la difusión del conocimiento, pero en el terreno de la educación sirve como medio por el que el poder se ejerce.
Sanjurjo (2008:67) sostiene que la evaluación es un momento de la enseñanza, porque en definitiva evaluar es enseñar. El poder de la evaluación es tremendo ya que ésta legitima lo que se considera válido socialmente.
Según los pensamientos de Sonia Araujo (2006: 171) en el campo de la didáctica, el concepto de evaluación es complejo y sujeto a múltiples interpretaciones. En tal sentido, y a pesar de que se trata de una práctica añeja y extendida, en los sistemas educativos, es un concepto polisémico. La evaluación es un invento, una convención o un constructo social susceptible de cambio, aún cuando su naturalización hace pensar que existe consenso respecto de sus objetivos, su utilización y sus funciones.
La evaluación está legitimada como práctica social, desligada de los determinantes sociales, históricos, políticos y epistemológicos que conforman un modo particular de concebirla. En esta misma línea Álvarez Méndez expresa:
La evaluación educativa, y los conceptos que la van definiendo (rendimiento, calificación, acreditación) es un constructo social y, por tanto, un invento, una convención susceptible de cambio, al que se le dará usos ideológicos y políticos confundidos con los usos educativos.
Generalmente, la calificación asociada al examen es producto de la necesidad de certificar institucionalmente conocimientos y habilidades aprendidos por el estudiante, poniendo en evidencia el rendimiento alcanzado. Así, la evaluación es igual a examen y éste a calificación, se limita a constatar éxitos o fracasos sin un aprendizaje sobre los factores que incidieron en los mismos, forma parte de las necesidades políticas y económicas para la administración y distribución social del conocimiento. Por lo tanto, calificar, medir, certificar, examinar y corregir forman parte de la evaluación. Otra de las funciones es la de permitir la retroalimentación es decir, la facilitación y la reorientación de procesos porque no sólo es el reflejo de los conocimientos de los alumnos sino, de la planificación de la enseñanza y la manera de trabajar de los profesionales.
En términos de Díaz Barriga(1994:67) la evaluación está orientada a permitir que los estudiantes reflexionen sobre lo que se alcanzó a integrar en un curso y lo que no se pudo integrar, así como las causas que pueden explicar esta situación y sobre todo, qué se puede hacer para mejorar en un futuro.
Según este mismo autor, se puede observar que existen cuatro enunciados básicos socialmente construidos en relación con el examen como instrumento social y como técnica educativa.
Primero: es falso el principio de que, a mejor sistema de exámenes, mejor sistema de enseñanza. Porque la educación no se modifica por la rigurosidad del sistema de exámenes sino por los cambios en la propuesta metodológica.
Segundo: se puede afirmar que toda noción de examen lleva de forma implícita una de aprendizaje. Parafraseando a Bourdieu, en todo examen y en toda pregunta del mismo actúa una noción de aprendizaje.
Cuando analizamos las preguntas que se hacen en los exámenes éstas nos permiten entender los conceptos de aprendizaje que tienen los docentes, la institución educativa y la sociedad. Si el maestro pide que el alumno repita la información es porque tiene un concepto memorístico del aprendizaje. Aunque en sus declaraciones expresen que se adscribe a una concepción cognoscitiva.
Tercero: el examen no puede ser justo ni puede ser objetivo.
El problema justicia es un problema social, no hay forma que el examen lo resuelva. Más bien sobre todo en la historia del examen éste sirve de legitimador académico de un conjunto de desigualdades sociales.
La objetividad supone la distancia del objeto en el acto de conocimiento. Así el acto de conocimiento del examen da cuenta de una relación particular entre sujeto cognoscente (examinador) y sujeto concreto (alumnos). Donde ambos se influyen mutuamente. El examen es una situación que coloca en relación dos o más subjetividades. Sólo desde lo subjetivo se puede conocer al otro.
Cuarto: a través del examen se pervierte la relación pedagógica.
Comenio señalaba como un elemento básico en la tarea educativa: “despertar el deseo de aprender del estudiante” pero la noción contemporánea del examen ya no quiere que el docente se preocupe por despertar este deseo de aprender porque, en última instancia, el examen final es un arma para ver si aprendió o no.
Además, el examen convierte en relaciones de poder las relaciones del saber, debido a que el aula se transforma en un escenario de lucha entre el alumno y el docente por la calificación.
Otra de las cuestiones relevantes de la evaluación es que transforma los problemas sociales en problemas técnicos. Los problemas sociales de la evaluación se refieren a los diferentes niveles culturales con los que llegan los alumnos, sus imágenes familiares, el capital cultural que poseen, el medio en que se desenvuelven. Las posibilidades que tienen los estudiantes de acceder a la información y sus condiciones socioeconómicas.
El examen hace caso omiso a todas estas cuestiones y las trata como problemas técnicos: “resolviste esa pregunta o no la resolviste”. Desconoce las diferencias. Ante el examen todos deben rendir por igual. Además, reduce los problemas metodológicos a problemas de rendimiento.
El alumno se pasa la clase atendiendo sólo lo que le “van a tomar”. Si bien, el examen es importante, el resultado de estos intereses es la pérdida del sentido de la educación.
Otro aspecto significativo son las repercusiones psicológicas de la evaluación, ya que a través de los resultados de las mismas los estudiantes van configurando su concepto, porque para el imaginario social obtendrán calificaciones sobresalientes los alumnos “inteligentes y esforzados”. (Santos Guerra 2000:93)
Los profesores dan cuenta de las posibles causas que llevan a sus alumnos a no salir bien en los exámenes entre ellas podemos enumerar las siguientes centradas en los alumnos: no quieren estudiar, no les da la cabeza, son vagos, no tienen saberes previos, vienen de un contexto marginal. No obstante, como docentes no hacemos mea culpa de las causas, por ejemplo en la selección de contenidos, la metodología empleada, el modo de evaluar y sin esta reflexión sobre la práctica, será prácticamente imposible mejorar los resultados.

CONCLUSIÓN:

La verdadera evaluación es la que da cuenta del rendimiento escolar y además la que consiste en transformaciones en el pensamiento, en el lenguaje técnico, en la manera de obrar, y en las bases actitudinales de los alumnos pero, primordialmente del docente.
Nuestro espacio curricular habrá sido útil y beneficioso cuando hayamos conseguido que nuestros alumnos partan de él hacia la vida con adquisiciones definitivas con respecto a las maneras de comprender las situaciones específicas enfocadas por nuestra cátedra y de resolver inteligentemente los problemas reales.
No se trata de cuánto contenido han memorizado sino de cuánto de ellos han incorporado realmente a su conducta, manera de sentir, de vivir y de hacer o utilizar las cosas aprendidas en el curso.
Entendido así, el rendimiento escolar se convierte en una contribución sustancial para el desarrollo de la personalidad de los alumnos. Ésta debe emerger del proceso de aprendizaje más maduro, más rico y dotado de recursos superiores para afrontar con éxito los problemas de la vida y de la profesión. Éstos son los resultados reales que debemos averiguar y valorar en los exámenes, porque, en realidad las evaluaciones sirven para calcular, no sólo el grado de aprovechamiento de los alumnos, sino también el de competencia y eficiencia del profesor como tal. Los resultados, positivos o negativos, obtenidos por los alumnos en sus exámenes evidencian la medida del éxito o del fracaso no sólo de ellos sino también y principalmente del profesor que los ha guiado y orientado bien o mal, en su aprendizaje. William James ve como principal utilidad de los exámenes, la crítica de las estrategias metodológicas empleadas por el profesor, que le revela sus defectos y lo desafía a superaciones progresivas para mejorar el proceso de enseñanza.
Los docentes debemos tener nociones bien definidas de las consecuencias prácticas del juicio emitido sobre los exámenes realizados a los alumnos, porque el profesor que aprueba a un alumno acredita su aptitud para proseguir los estudios adelantados y complejos del curso siguiente, o si ya está en el último año promover un futuro profesional que volcará sus conocimientos en sus alumnos dentro de la sociedad.
La aprobación otorgada con justicia y fundada en evidencias objetivas y múltiples del aprovechamiento real efectuado por el alumno, es un justo premio a los esfuerzos realizados y, al mismo tiempo un poderoso incentivo para la continuación de esos esfuerzos para conquistar conocimientos amplios, pero cuando la aprobación es fruto inmerecido de la benevolencia, se vuelve perjudicial para el alumno y desmoralizadora para el docente y para la institución.
La aprobación honesta, justa y consciente es y debe ser la resultante normal del trabajo escolar realizado con objetivos definidos. Como docentes cabe la reflexión de sí la reprobación en los exámenes es solamente el resultado de la incapacidad del alumno para aprender, o revela en realidad la displicencia y la inhabilidad del Profesor que pudieron contribuir a crear tal situación.
Se podría verificar con los malos resultados de los exámenes no sólo que al alumno no “le da la cabeza” si no que el Profesor ha descuidado la preparación de sus clases y los trabajos escolares, acomodándose a una rutina imperturbable y complaciéndose en improvisaciones estériles que en nada contribuyen a mejorar el proceso de aprendizaje de los alumnos o que tal vez ignora las estrategias metodológicas motivadoras más adecuadas para despertar el interés de los mismos. Otra posibilidad es que no haya ejercido una dirección en el manejo de la clase comprometiendo de este modo el rendimiento deseado.
Pudo haber exagerado su insistencia en las explicaciones teóricas muy extensas y descuidado así, los trabajos, ejercicios y recapitulaciones necesarios para integrar y fijar los conocimientos aprendidos.
Puede ser un inhábil para formular las preguntas, para calcular la dificultad y la extensión de los exámenes. Pero por uno sólo de estos defectos, o por varios de ellos, el Profesor naturalmente, se convierte en gran parte, en el principal responsable del fenómeno del fracaso en las evaluaciones.

BIBLIOGRAFÍA

Álvarez Méndez, Juan Manue. (2000). “Evaluar para conocer, examinar para excluir”. Madrid: Morata.
Araujo Sonia (2006) “Docencia y enseñanza. Una introducción a la didáctica”. Cap 1 2y3 Universidad Nacional de Quilmes.
Bogino, Norberto (comp) (2006) “Aprendizaje y nuevas perspectivas didácticas en el aula”. Rosario Homo Sapiens.
Bonilla-Saus-Bruner-Britz- Ferrer –Rizo. “Evaluar las evaluaciones”. Una mirada política acerca de las evaluaciones.de la calidad educativa.
Camilloni – Davini-Eldestein –Litwin –Souto-Barco (1996) "Corrientes didácticas contemporáneas”.
Díaz Barriga, Ángel (1998) “Didáctica y currículum”, (reimp.) Buenos Aires. Aique.
Díaz Barriga Ángel (1994) “Docente y programa. Lo institucional y lo didáctico”. Buenos Aires Aique.
Sanjurjo, Liliana. Vera, María Teresita.(2006) “Aprendizaje significativo y enseñanza en los niveles medio y superior”.Homo Sapiens
Sacristán Gimeno y Pérez Gómez. (1989) “La enseñanza: su teoría y su práctica”.Madrid. Akal.

Seguidores