ANÁLISIS DEL DISCURSO EN EL MARCO ENUNCIATIVO
Otras perspectivas en crítica literaria
Prof. Mabel Pérez
Aportes: Prof. Emilia Demchuk
Otra manera válida de leer e interpretar la literatura de todos los tiempos es la reflexión desde el presente, desde la propia realidad social, política y cultural para entender las relaciones que se dan entre los distintos grupos o sectores de poder en el texto mismo y las connotaciones ideológicas que esas relaciones poseen. Para esta tarea, el análisis del espacio enunciativo es una metodología apropiada.
A partir de 1950 surge el análisis del discurso como un intento de superar los enfoques tradicionales estructuralistas que consideran a la obra literaria como una estructura autónoma, desligada de su autor, lector y contexto.
Se destacan dos aportes significativos: Zellig Harris extiende los procedimientos de la lingüística distribucional norteamericana, de la frase a períodos más extensos y Emile Benveniste y Ramón Jacobson buscan desentrañar cómo se inscribe el sujeto hablante en los enunciados que emite. Esta última investigación sienta las bases de una teoría de la enunciación en las que incursiona entre otros, Michel Foucault, quien en la década del 70 reflexiona sobre la “formación de las modalidades enunciativas” en su libro Arqueología del Saber.
La teoría de la enunciación privilegia: a) las condiciones de producción del texto, condiciones que se hallan determinadas, entre otros aspectos, por el uso concreto que el que escribe hace de su lengua y b) la situación de comunicación o de enunciación, por la que se incorpora al sentido literal del texto, una segunda significación, plena, dada por el entorno físico y social en el que se realiza la obra y las condiciones generales de producción/ recepción de las mismas.
A modo de ejemplo, dentro de los “clásicos” de la literatura Argentina del siglo XIX, “El matadero” de Esteban Echeverría es una obra que historiadores, docentes y críticos literarios exaltan por su valor testimonial del panorama político de ese momento.
El espacio enunciativo es una entidad que se construye a partir del análisis de las unidades lingüísticas cuya significación varía de una enunciación a otra, tales como las formas pronominales y los tiempos verbales.
El análisis del espacio enunciativo permitirá ver el lugar del sujeto de la enunciación, frente a su enunciado, su voluntad de diferenciación frente a su ficción y las relaciones que establece alternativamente con los sectores sociales, tal como aparecen ficcionalizados. El sujeto de la enunciación es un ente discursivo “sujetado” a su propio enunciado con distintos grados de presencia dada a través de las huellas de subjetividad que el propio autor deja en el texto para tal fin.
El espacio de la enunciación se organiza a lo largo del relato, sobre la base de relaciones de diversos tipos que configuran un juego de proximidad-distancia.
En el orden pronominal pueden señalarse dos momentos:
A) Cuando la distancia entre el enunciador y su enunciado es cero, hay un predominio del decir.
B) Cuando hay distancia entre el enunciador y su enunciado, se da un predominio de la acción.
Aportes: Prof. Emilia Demchuk
Otra manera válida de leer e interpretar la literatura de todos los tiempos es la reflexión desde el presente, desde la propia realidad social, política y cultural para entender las relaciones que se dan entre los distintos grupos o sectores de poder en el texto mismo y las connotaciones ideológicas que esas relaciones poseen. Para esta tarea, el análisis del espacio enunciativo es una metodología apropiada.
A partir de 1950 surge el análisis del discurso como un intento de superar los enfoques tradicionales estructuralistas que consideran a la obra literaria como una estructura autónoma, desligada de su autor, lector y contexto.
Se destacan dos aportes significativos: Zellig Harris extiende los procedimientos de la lingüística distribucional norteamericana, de la frase a períodos más extensos y Emile Benveniste y Ramón Jacobson buscan desentrañar cómo se inscribe el sujeto hablante en los enunciados que emite. Esta última investigación sienta las bases de una teoría de la enunciación en las que incursiona entre otros, Michel Foucault, quien en la década del 70 reflexiona sobre la “formación de las modalidades enunciativas” en su libro Arqueología del Saber.
La teoría de la enunciación privilegia: a) las condiciones de producción del texto, condiciones que se hallan determinadas, entre otros aspectos, por el uso concreto que el que escribe hace de su lengua y b) la situación de comunicación o de enunciación, por la que se incorpora al sentido literal del texto, una segunda significación, plena, dada por el entorno físico y social en el que se realiza la obra y las condiciones generales de producción/ recepción de las mismas.
A modo de ejemplo, dentro de los “clásicos” de la literatura Argentina del siglo XIX, “El matadero” de Esteban Echeverría es una obra que historiadores, docentes y críticos literarios exaltan por su valor testimonial del panorama político de ese momento.
El espacio enunciativo es una entidad que se construye a partir del análisis de las unidades lingüísticas cuya significación varía de una enunciación a otra, tales como las formas pronominales y los tiempos verbales.
El análisis del espacio enunciativo permitirá ver el lugar del sujeto de la enunciación, frente a su enunciado, su voluntad de diferenciación frente a su ficción y las relaciones que establece alternativamente con los sectores sociales, tal como aparecen ficcionalizados. El sujeto de la enunciación es un ente discursivo “sujetado” a su propio enunciado con distintos grados de presencia dada a través de las huellas de subjetividad que el propio autor deja en el texto para tal fin.
El espacio de la enunciación se organiza a lo largo del relato, sobre la base de relaciones de diversos tipos que configuran un juego de proximidad-distancia.
En el orden pronominal pueden señalarse dos momentos:
A) Cuando la distancia entre el enunciador y su enunciado es cero, hay un predominio del decir.
B) Cuando hay distancia entre el enunciador y su enunciado, se da un predominio de la acción.
En A) el enunciador participa en el enunciado. En “El matadero”, la primera oración del texto remite al proceso mismo de la narración ficticia, el enunciador “actúa diciendo”, tiene su historia para decir: “A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el Arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes…”.
La constancia de las formas verbales en primera persona, en esta instancia del relato, marca una clara vocación de presencia en el decir: “Diré solamente que los sucesos de mi narración pasaban por los años de Cristo de…”
La constancia de las formas verbales en primera persona, en esta instancia del relato, marca una clara vocación de presencia en el decir: “Diré solamente que los sucesos de mi narración pasaban por los años de Cristo de…”
Los deíticos marcan la apropiación de la historia por parte del enunciador. Este acto pone de manifiesto que él posee un poder: el de producción de los discursos. Manifiesta así una superioridad diferenciadora frente a los sujetos de su enunciado.
Los personajes se circunscriben a la acción y cuando tienen la palabra, su discurso es connotado despectivamente como primario, sólo acompaña a la acción, está subordinado a ella.
Los personajes se circunscriben a la acción y cuando tienen la palabra, su discurso es connotado despectivamente como primario, sólo acompaña a la acción, está subordinado a ella.
En contraposición a esto, las constantes alusiones a la historia y al saber confieren al relato del sujeto enunciador una connotación de cultura: “… no la empezaré por el Arca (…) como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores de América…”; “Estábamos en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la Iglesia, adoptando el precepto de epíteto, (…) abstiene…”
Las reiteradas marcas de la enunciación constituyen un discurso metanarrativo que reafirma el rol del sujeto de la enunciación y pone en evidencia la situación comunicativa ficticia en donde el enunciador escribe una historia para sus lectores: “porque han de saber los lectores que en aquel tiempo La Federación estaba en todas partes…” “En fin, la escena que se representaba en el matadero era para ser vista, no para ser escrita”.
Las reiteradas marcas de la enunciación constituyen un discurso metanarrativo que reafirma el rol del sujeto de la enunciación y pone en evidencia la situación comunicativa ficticia en donde el enunciador escribe una historia para sus lectores: “porque han de saber los lectores que en aquel tiempo La Federación estaba en todas partes…” “En fin, la escena que se representaba en el matadero era para ser vista, no para ser escrita”.
En la dimensión temporal ficticia se suceden y alternan dos tiempos: presente y pasado. Las formas pronominales de primera persona se corresponden con el tiempo presente. Éste es contemporáneo del momento ficticio de la enunciación. En él se ubican:
- El sujeto de la enunciación.
- Todas las referencias a su enunciación y a los destinatarios.
- También los entes reales aparecen en ese plano ficticio:
- Iglesia, abastecedores.
- Ubicación del matadero y su descripción.
- El sujeto de la enunciación.
- Todas las referencias a su enunciación y a los destinatarios.
- También los entes reales aparecen en ese plano ficticio:
- Iglesia, abastecedores.
- Ubicación del matadero y su descripción.
En esta primera etapa se evidencia así que el relato se inscribe en el ámbito del decir, de la palabra. El enunciador da un espacio al discurso del oponente en el campo ideológico, cita el discurso de la iglesia, enfrenta y opone su discurso al del contrario, busca desautorizarlo. Para ello, la parodia y la ironía figuran como recursos de desvalorización del discurso federal por parte del sujeto de la enunciación.
Esta instancia, caracterizada por la profusión de formas pronominales en primera persona y verbos en presente, evoluciona hacia un nuevo juego de relaciones.
En B) se da una progresiva neutralización de los indicadores de la enunciación. El sujeto de la enunciación toma distancia frente a su enunciado, las formas verbales en primera persona desaparecen progresivamente y surgen las de tercera, que designan a los personajes: “Oíanse a menudo, a pesar del Restaurador…” “Cuentan que una de ellas se fue de cámara…” “Notábase además, en un rincón, otra mesa chica…”. La utilización de formas impersonales, a veces pasivas, está vinculada al deseo de borramiento de la situación de enunciación.
Esta instancia, caracterizada por la profusión de formas pronominales en primera persona y verbos en presente, evoluciona hacia un nuevo juego de relaciones.
En B) se da una progresiva neutralización de los indicadores de la enunciación. El sujeto de la enunciación toma distancia frente a su enunciado, las formas verbales en primera persona desaparecen progresivamente y surgen las de tercera, que designan a los personajes: “Oíanse a menudo, a pesar del Restaurador…” “Cuentan que una de ellas se fue de cámara…” “Notábase además, en un rincón, otra mesa chica…”. La utilización de formas impersonales, a veces pasivas, está vinculada al deseo de borramiento de la situación de enunciación.
El enunciador parece alejarse, sin embargo, se hace presente de otra manera, bajo formas apreciativas, o subjetivemas, que se suceden con distintos “grados” de presencia: la adjetivación y el comentario personalizado hasta el alegato final: “El espectáculo que ofrecía entonces era animado y pintoresco, aunque reunía todo lo horriblemente feo, inmundo y deforme de una pequeña clase proletaria peculiar del Río de la Plata”; “… entre moquetes y tirones, entre vociferaciones e injurias arrastraron al infeliz joven al banco del tormento, como los sayones al Cristo”; “¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!”; “Llamaban ellos salvaje unitario conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje...” Debido a la expresión irónica del párrafo, se debe invertir el sentido de estas expresiones para ser comprendidas.
El sujeto enunciador semantiza el espacio en el que se desarrollará la acción y se acerca de este modo al lugar del oponente en el campo ideológico: el matadero, foco de la Federación. Así va al encuentro del campo enemigo y de los personajes, enemigos ideológicos, cuyas acciones configuran el relato.
La acción se vuelve intensa y el enunciador se distancia cada vez más, otorga contadas veces la palabra a los sujetos de su enunciado: exclamaciones, interjecciones e insultos. Finalmente instaura un enfrentamiento a través de la acción y de la palabra entre el juez del matadero y el unitario. Se nota un registro discursivo culto que es el del unitario y también el del enunciador y otro, vulgar, el de los federales.
El sujeto de la enunciación relata ese enfrentamiento en que una acción violenta aplasta una voz que habla de libertad y razón, e inmediatamente reaparece en el párrafo final con voz propia. Destaca que la acción no ha aplastado a la palabra enemiga sino que queda en evidencia de que es falsa: los discursos federales de la Iglesia, acusadores de los unitarios, los tratan de “salvajes, impíos” y sin embargo, las acciones de los federales se corresponden en realidad con esas cualidades. A continuación, todo el universo ficticio del relato se instala en el pasado: “… los sucesos de mi narración pasaban por los años de Cristo de 183…”; “Sucedió, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa”… el deíctico “aquél” remite al enunciado, a la dimensión temporal en que se mueven los personajes pero tiene a la vez, la función de remarcar un distanciamiento ficcionalizado entre el momento de la enunciación y el momento en el que se desarrollan los hechos narrados. El alejamiento temporal permite la diferenciación. El enunciador vive en otra época: “Pero algunos lectores no sabrán que la tal heroína es la difunta esposa del Restaurador…”; “… los carniceros festejaron con un espléndido banquete en la casilla a la heroína, banquete al que concurrió con su hija y con otras señoras federales…”.
El análisis de la enunciación permite delimitar el lugar desde el cuál se posiciona el sujeto de la enunciación. En este sentido, El Matadero es un texto polémico ya que presenta un interrogante respecto de los medios válidos para llevar a cabo un proyecto político, además es vigente porque más allá de su carácter testimonial, presenta la lucha de antinomias, que con diversos nombres se dan aún, en la realidad política de la Argentina actual.
BIBLIOGRAFÍA
BENVENISTE, Emile. Problemas de Lingüística General, México, Siglo XXI, 1979.
DUCROT, O; TODOROV, T. Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, Argentina, Siglo XXI, 1976.
ECO, Humberto. Lector in fábula, Lumen, 1981.
JAKOBSON, Román. Ensayos de Lingüística General, Buenos Aires, Siglo XXI, 1980.
MANGUENEAU, D. Introducción a los Métodos de Análisis del Discurso, Buenos Aires, Hachette, 1979.
KERBRAT-ORECCHIONI, C. La Enunciación. De la Subjetividad en el Lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1984.
ATORRESI, ANA, Los Estudios Semióticos. El Caso de la Crónica Periodística, Ministerio de Cultura y Educación, CONICET, 1996.
El sujeto enunciador semantiza el espacio en el que se desarrollará la acción y se acerca de este modo al lugar del oponente en el campo ideológico: el matadero, foco de la Federación. Así va al encuentro del campo enemigo y de los personajes, enemigos ideológicos, cuyas acciones configuran el relato.
La acción se vuelve intensa y el enunciador se distancia cada vez más, otorga contadas veces la palabra a los sujetos de su enunciado: exclamaciones, interjecciones e insultos. Finalmente instaura un enfrentamiento a través de la acción y de la palabra entre el juez del matadero y el unitario. Se nota un registro discursivo culto que es el del unitario y también el del enunciador y otro, vulgar, el de los federales.
El sujeto de la enunciación relata ese enfrentamiento en que una acción violenta aplasta una voz que habla de libertad y razón, e inmediatamente reaparece en el párrafo final con voz propia. Destaca que la acción no ha aplastado a la palabra enemiga sino que queda en evidencia de que es falsa: los discursos federales de la Iglesia, acusadores de los unitarios, los tratan de “salvajes, impíos” y sin embargo, las acciones de los federales se corresponden en realidad con esas cualidades. A continuación, todo el universo ficticio del relato se instala en el pasado: “… los sucesos de mi narración pasaban por los años de Cristo de 183…”; “Sucedió, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa”… el deíctico “aquél” remite al enunciado, a la dimensión temporal en que se mueven los personajes pero tiene a la vez, la función de remarcar un distanciamiento ficcionalizado entre el momento de la enunciación y el momento en el que se desarrollan los hechos narrados. El alejamiento temporal permite la diferenciación. El enunciador vive en otra época: “Pero algunos lectores no sabrán que la tal heroína es la difunta esposa del Restaurador…”; “… los carniceros festejaron con un espléndido banquete en la casilla a la heroína, banquete al que concurrió con su hija y con otras señoras federales…”.
El análisis de la enunciación permite delimitar el lugar desde el cuál se posiciona el sujeto de la enunciación. En este sentido, El Matadero es un texto polémico ya que presenta un interrogante respecto de los medios válidos para llevar a cabo un proyecto político, además es vigente porque más allá de su carácter testimonial, presenta la lucha de antinomias, que con diversos nombres se dan aún, en la realidad política de la Argentina actual.
BIBLIOGRAFÍA
BENVENISTE, Emile. Problemas de Lingüística General, México, Siglo XXI, 1979.
DUCROT, O; TODOROV, T. Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, Argentina, Siglo XXI, 1976.
ECO, Humberto. Lector in fábula, Lumen, 1981.
JAKOBSON, Román. Ensayos de Lingüística General, Buenos Aires, Siglo XXI, 1980.
MANGUENEAU, D. Introducción a los Métodos de Análisis del Discurso, Buenos Aires, Hachette, 1979.
KERBRAT-ORECCHIONI, C. La Enunciación. De la Subjetividad en el Lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1984.
ATORRESI, ANA, Los Estudios Semióticos. El Caso de la Crónica Periodística, Ministerio de Cultura y Educación, CONICET, 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario