Mira mis manos...
¿Has visto alguna vez mis manos?
¿Notaste en ellas el gesto crispado,
ríspido de la desesperación final?
No, la miel de tus ojos no las tocó.
¿Has visto cómo mis dedos intentan
en vano horadar la piedra, que vive
por la sangre que mis venas entrega?
No, tu suave parpadear lo impide.
¿Has escuchado acaso el grito ahogado
de mi garganta compungida y tiesa,
anhelando sobreponerse a la angustia?
No, tus oídos no perciben lo indecible.
¡Mira!, ¡mira mis ojos, bien adentro!:
¿No reflejan acaso el espanto, la imagen
de un corazón escarnecido casi mustio?
No, son otros latidos, un distinto palpitar.
Mira mis manos, las que reconocen
tu piel como única textura sutil,
blanca, glamorosa, receptiva...
¿me puedes ver en ellas, a mí?
Detrás de estas garras cual garfios
ensangrentados por la desesperación
están aún mis manos y mi sentir…
Agonizante, pero aún con vida.
A la distancia semejan una que otra rama
ignota, desnuda por los vientos y tormentas
pero apuntando al cielo, implorando
un alto, un descanso en la agonía sin fin.
Mira mis manos, implorantes, tensas,
regadas por ese guante carmesí.
dolientes aún, tienen ánimo para preguntar
qué ha sido de tus manos, que no miran.
M.G.
XXI
Pocos son aquellos
Que en la vida fortuna encuentran,
La dicha más perfecta
No está en esta tierra.
Lo inalcanzable parece tan lejano
Sólo los que sueñan podrán alcanzarlo.
XXII
Miro los caminos…veo la distancia
Lo que nunca he visto es a dónde llegaré,
Mientras la vida se derrocha a mis pies
El reloj de arena cuenta al revés
La hoz sostiene el dueño del reloj
Impaciente por ir su presa a buscar.
XXIII
Una vez que pasemos al otro lado
Que encontraremos?
Un mundo de tristezas o de sueños?
Quizás sólo
Una instancia eterna de reflexión…
Un abismo profundo oscuro y negro
Sin retorno.
XXIV
La vida lentamente se me va
horas que pasan y no vuelven más
y a pesar de todo
sigo existiendo
y ya no estás
y sin ti no hay sentido
para respirar…
Yanina Báez
Si yo pudiera detener el tiempo
o huir de Él…
estaría eternamente…
en el mágico momento…
que en este instante…
inundan mis recuerdos.
Elda Garibaldi
Carne y feto
Dagas fértiles atraviesan el duro pecho
el precoz infante vomita un suspiro
paso fugaz en su leve andar
llanto del pasado
niño que inspira terror.
Lluvias tibias
calor del llanto
que pide piedad
que pide que no lo abandonen más
Y yo te dejé con un llanto de enamorado
en el castigo, duro es el olvido
Y yo te aclamo … vértigo de mil sueños…
Devuélveme a mi niño.
Hoy grito con el silencio
de los murmullos aplacados.
…Urbes de mil carnes
carnes de mil nubes..
¡vuelan, juegan, corren
sueñan, gritan y mueren!
Ya fracasa por su alma
y triunfa por tu ausencia.
Ariel Cóceres
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